jueves, 20 de agosto de 2020

Ella y Él

Ella lleva un vestido suelto con vaquitas de San Antonio. 

Ella usa de cartuchera el estuche de sus antiparras.

Ella juega con todos los perros de la cuadra.

Ella estuvo en todas sus otras vidas. 

Ella saca hermosas fotografías.

Ella está en todas las marchas. 

Ella tiene miedo pero sonríe. 

Ella tiene un celular viejo.

Ella no escribe con rimas. 

Ella pisa hojas en otoño.

Ella llora a escondidas.

Ella sabe tejer crochet.

Ella sueña que flota.

Ella cree en oriente.

Ella no es muy alta.

Ella escribe poesía. 

Ella le trae helado. 

Ella lo mira bizca. 

Ella lo extraña.

Ella lo cuida

Ella lo ama.

Él… 

Él la inventa


Carlos Caposio

Del libro: La Poesía Copó las Calles 

sábado, 15 de septiembre de 2018

Palabras de Buenos Aires


Costanera sur
Bondiola
Peso para el sándwich
Plaza de Mayo
La casa de las luces rosadas
Misterio de economía
Subte que no sale
El músico del túnel y las monedas
Salida transpirada, frío húmedo
Combinación
Plaza Miserere
El pibe que espera un descuido
Las que viven de su cuerpo
Las zapatillas de Cromañón
El tren del Sarmiento
El facundo, la muerte de los indios
Misteriosa Buenos Aires de Mujica Láinez
La Sirena del Río de la Plata
Gardel, Ferrer, Discépolo y Goyeneche
Messi, el mundial
Plaza Flores
La negra
Uno en pedo que quiere pelearse con alguien
El kiosco, el vino en cajita
El auto, la música electrónica, el energizante
Un policía que molesta porque está aburrido
El bajo Flores
El cementerio
La 1-11-14
La cancha de San Lorenzo
Boedo, Parque Patricios
Autopista 25 de mayo
General Paz
El nuevo Shopping que inunda a la gente
Avenida Libertador
La ESMA, desaparecidos, Museo de la Memoria
Julio López
Amanecer en la costa de Vicente López
Los terrenos robados
Los medios
La corrupción
La quinta de Olivos
Los pescadores como quedados en el tiempo
La Cava, la Uruguay.
Los nuevos parques de diversiones
El puerto de frutos
Un casino que no paga impuestos
El trapito
Las parrillas
Las islas y el agua marrón
El rincón
Escobar Campana
Pilar
Los barrios cerrados
Burbujas de felicidades falsas
Las escuelas públicas
El maestro, Fuentealba
Las guardias de hospitales
Las piedras del puente al parabrisas
Una mujer muere en un aborto clandestino
Una piba, llena de harina, se recibe
Alguien que renuncia a su trabajo
Los redondos, con el Indio y Skay
Los pañuelos blancos.
Los almanaques de Malvinas
El Oeste y el agite
El Hospital Posadas
La Carlos Gardel
Caseros, Palomar
Los telos de Gaona
Otra vez General Paz
Borges, Sábato y Cortázar
Los Siete Locos de Roberto Arlt
Los diarios, los teléfonos, los libros
Los viajes
Ezeiza, las valijas que se van
Los que vuelven arrepentidos
Un remís.  
El peso que no vale nada
Dólares
Euros
Los noventa
El Zabeca de Banfield
Golpe de estado en el 2001
El helicóptero
Autopista
La nueve de Julio
Corrientes, el obelisco y los teatros
Los árboles que ya no están
El puente Pueyrredón
Kosteki y Santillán
El sur, la cruz de estrellas
Avenida Pavón
Buenos Aires, La Plata
La noche de los lápices
Boleto estudiantil
Guardapolvos
Miserias en Retiro y en Constitución
San Telmo
El empedrado
Paseo Colón
Puerto Madero
El comedor de Castell
La villa 31
El puerto
Los perros de la calle
El pan que dejó un rockero después de un recital
La reserva ecológica
Aeroparque
Los puestos
Una silla, el tango volver
El humo
Otra bondiola 
La pareja que se besa mientras baja un avión
Ciudad Universitaria 
La Lugones
El planetario
Canal 7
Figueró Alcorta
Las Heras
El trío Evita, Illia y Perón
Alfonsín en la Rural 
La cumbre que sepultó al ALCA en Mar del Plata
La muerte del fondo monetario
El mar,
Las playas clasistas
El caso Cabezas
El misterio de Yabrán
El mate
El porro
La izquierda desunida
El hambre, la inflación
El campo
La carne y la leche tiradas en la ruta
La bandera, el cielo, la esperanza
San Martín, Belgrano y el Che Guevara
tatuado en el brazo de Maradó.  



Del libro: La Poesía Copó las Calles  https://www.facebook.com/CarlosCaposio2018/
Ediciones: Fusión de los Géneros 2018


viernes, 12 de mayo de 2017

La ventana



«Mi casa se fue desmoronando, el agua que se filtraba hacía

cortocircuitos con la araña del comedor, pero desde mi ventana,

se veía la llegada del tren», Malacara.


Despertó tiritando. Se levantó como un fantasma, como si hubiera
dormido más de una noche. Miró el reloj, la misma hora de cada
mañana. Levantó la persiana de la correa rota dejando al descubierto
el parche de cartón en el vidrio. El sol ya dibujaba las siluetas de los
edificios de avenida Libertador.
Ella tenía un vestido rojo, bufanda y sobretodo. Estaba parada
en el andén al lado del puente.
Recién cuando la vio supo que era viernes. Sabe que de lunes a
jueves ella usa un uniforme.
La espiaba desde siempre. Desde que tenía memoria.
Él esperaba el momento preciso, el día indicado para cruzar y
hablar con ella.
Cada mañana estaba ahí frente a la ventana de la planta alta,
acariciaba a la muchacha con sus ojos, e imaginaba que lo miraba y
le sonreía. Pero la bocina del tren lo golpeaba y ella se perdía en el
último vagón.
Nunca se animó.
A veces no aparecía, faltaba al trabajo. Entonces él sufría en silencio,
igual que los feriados y los fines de semana, cuando ni siquiera
levantaba la persiana.
Ella brillaba. Era como si una película en blanco y negro tuviera
a su protagonista en colores.
A él le llamaba la atención un señor mayor que todos los días
estaba parado al lado de ella, también parecía brillar, también era diferente.
Vestía un sombrero de paja y llevaba puesto siempre el mismo
jardinero azul, engrasado.
Odiaba las tardes. Eran sólo unos segundos en que su pelo negro
flameaba entre la gente. Todos volvían de trabajar a la misma hora y
a veces se amontonaban y ni siquiera podía verla. Él se movía como
si el marco de la ventana se agrandara, después, cuando la estación
quedaba desierta, maldecía y gritaba caminando de un lado al otro
del cuarto.
Decidió no esperarla más por las tardes, minutos antes de la
llegada del tren, bajaba la persiana.
Una mañana despertó con valor, pensó en hablarle y decirle
del tiempo que llevaba enamorado. Contarle que sabía del piloto gris
de los días de lluvia y de la blusa escotada en las mañanas de calor.
Tenía que cruzar, sabía qué decirle. Iba a confesarle que disfrutaba de
los parlantes: «Señores pasajeros, trenes con destino a Retiro, veinte
minutos de demora».
Estaba dispuesto a confesarle que el día del paro de los maquinistas
él había sido tan egoísta que rezaba para que no arribe el tren
y qué vio cuando se fue gesticulando a tomar el colectivo. Pero no se
animó. Ella tenía un gesto raro y no creyó conveniente cruzar ese día.
Una mañana la chica hablaba con el viejo del jardinero azul. Sintió
celos y comenzó a gritar fuerte para llamar su atención, ella pareció
escucharlo, miró hacia la ventana, y sí... Sus miradas se cruzaron. Él
disimuló, miró hacia el costado, se sonrojó. Luego, cuando se dio cuenta
que lo seguía mirando, le sonrió y la saludó. Pero ella lo ignoró, siguió
mirando como si nada, se tomó el tren y se fue.
Desde aquel día todo fue diferente.
Ella comenzó a mirar hacia la ventana todas las mañanas. Le llamaba
la atención la humedad en las paredes, el cartón del vidrio, y los
carteles de venta destruidos. No entendía como en el mundo moderno
podía seguir existiendo una casa tan grande. Ella estaba convencida
de que no vivía nadie en el lugar.
El viejo le contó que estaba abandonada. Que vivió un loco mucho
tiempo, un loco que no paraba de mirar por la ventana.
—No creo pero... ¿Seguirá ahí adentro, –preguntó ella.
—Dicen que hace cien años que murió, o ciento cincuenta, ya se
tendría que haber dado cuenta –dijo el viejo.
—¿Usted cómo sabe ¿No vio que las persianas se mueven.
—Mirá –continuó el hombre– mi hijo era muy creyente, y con
eso de la religión tenía remordimientos por las cargadas que de chico le
hacía al loco. Lloró mucho el día que murió. Me acuerdo la impotencia
que sentí. Lo escuché suplicando perdón, y yo que no podía abrazarlo,
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debió necesitarme mucho, pero así es la vida de los muertos. En lo de
las ventanas le voy a dar la razón, ayer estaban cerradas, pero vio que
el amor mueve...
—¿De qué le vino la locura ¿Usted sabe.
—Justamente, de amor. Estaba enamorado de una muchacha,
y no fue correspondido, o no se animó. Cuando uno no se anima
nunca sabe.
—Qué hermoso, era un romántico. Debe haber sufrido mucho.
¿De qué murió.
—Creo que de hambre, no salía por verla. No se puede estar siempre
encerrado espiando a una mujer. Eran tiempos duros, fue cuando
lo de las torres de Estados Unidos. Nadie tenía tiempo para amar. Fue
cuando las guerras. ¿Se acuerda señora.
—Sí, las guerras del siglo pasado. Yo estaba acá mismo esperando
el tren y un chico con un tablero grande de dibujo le contaba a otro la
noticia que había escuchado por la radio. Eran tiempos duros, pero yo
también creía en el amor, tenía tanta vida en ese entonces, como pasa
el tiempo. ¿Fue lo de los aviones, no.
—Claro, querida, desde ese día cambió el mundo. Vinieron las
invasiones, la unión de los europeos y los latinoamericanos. China y
Japón. Hasta dicen que por eso cayó el imperio norteamericano. Pero
no sé, dicen tantas cosas.
—¿No estará esperando todavía. Quizás siga espiando sin darse
cuenta. Yo me enteré que mucha gente se muere y nunca se entera.
—Puede ser. Quizás esté aguardando a la chica de cabellos tan
negros como los tuyos; a la que esperaba el tren, como vos también.
Por ahí no estaba loco, la gente habla. Quizás ella tampoco se...
—No se preocupe. Voy a ir por él. No ahora, por la tarde. Quizás
mañana. No, no, por la tarde. Tenemos mucho tiempo todavía.
Ya nos animaremos.

Ediciones Fusión de los Géneros  (2011)
Libro Cajita de Cartón: https://www.facebook.com/fusiondelosgeneros/

Foto desde La Alhambra, Granada, España 2014    (Malacara Estepario)

jueves, 17 de marzo de 2016

Me duelen las calles

Es rara esta tristeza que no añora amor perdido
y sin embargo, es deseo de amor, también.

Asfixia, retuerce, caracol de la memoria.

No tiene que ver con compañeras del pasado.
Pero es, además por ellas.

¿Cómo lo explico?

No es dolor por pérdida de los que ya no están.
Más bien sí, igualmente es por ellos.

¿Logro hacerme entender?

Estoy triste pero no extraño otros tiempos.
Ni a mis padres muertos,
ni a ese arrebato de locura, adolescente.   

El amor no duele, porque amor verdadero, no muere.

Pero igual, vuelvo a ver si puedo…

Hoy siento…
Que las venas abiertas se fueron con Galeano
Que la chiva de guerrero quedó en La Higuera.

Es deseo de amor, también.
Me duelen las calles como si faltara gente.
Eso…eso es lo que me costaba explicar.

Me duelen las calles como si faltara gente. 


Del libro La Poesía Copó las Calles, de Carlos Caposio.
Ediciones, Fusión de los Géneros 2018.
https://www.facebook.com/CarlosCaposio2018/



miércoles, 9 de diciembre de 2015

Se desprende el continente


Duele América hoy
se desprende el continente.
Los mapas sin fronteras
ahora quedan más lejos.
Llegaron los señores,
los cuadrados patriarcas.
Aunque sin armas de guerra
por aparatos mediáticos,
multiplican espejos de colores.
Hacen crecer los muros
y quiebran escalones.
Vinieron otra vez sembrando odio
y de eso solo nacen flores negras.
Duele Argentina hoy
se desprende el continente.
Inventan clásicos de barrio
contra partidos políticos
e invierten en banderas con falso cambio.
Hablan de una brisa ecuatoriana
pero es el tornado del norte.
Huele a Capitán América
a ángel de la muerte en Asia.
Digitadores de los males del mundo.
Dejaron caer sus fichas del dominó
y tienen todos números dobles.
Pero los colibríes chocan con espejos
hasta que encuentran nuevas flores.
Queda trepar con fuerza las enredaderas.
Buscar en los balcones, utopías.
Desprender camisas de alambres de púa.
No hay por qué empezar de nuevo.
Tampoco adelantarse.
Hoy el presente es una meta.


Del libro, La Poesía Copó las Calles, de Carlos Caposio.
Fusión de los Géneros 2018
https://www.facebook.com/CarlosCaposio2018/


jueves, 3 de septiembre de 2015

Sin Muros



Foto: Carlos Caposio  (frontera España-África/ Ceuta-Tetuan)
Mueren intentado escapar a los países donde generan sus miserias. 
Opuesto a los muros
ellos obligan, separan.

En contra de quien obliga
de quien dice que hacer.

A un pez que nada contra un salto
el agua lo muestra quieto
sin embargo
lucha con la corriente.

Sin murallas, paredes
tapias y fronteras
el viento corre.

En los muros sólo crecen enredaderas.

La mente es libre.

En el desierto
también nace una flor.


Del libro: Cajita de Cartón: 
https://www.facebook.com/fusiondelosgeneros

miércoles, 19 de agosto de 2015

CAJITA DE CARTÓN (Comprar libro)

Cuentos, poemas y fotografías

Autor: Carlos Caposio
Ediciones: Fusión de los Géneros 
ISBN 978-987-26768-0-3
CDD - A860


LIBRERÍAS

Ciudad de Buenos Aires.


OBELISCO Obel Libros, Corrientes1230
CENTRO: CuervoManía Av de Mayo 1373
BELGRANO La Porteña, Juramento 1705.
BOEDO: CuervoManía AV La Plata 1782  
CABALLITO Librería Más, Río de Janeiro 547 esq Díaz Vélez 


Zona Norte.

SAN ISIDRO Librería Marciano, Belgrano 131. VILLA ADELINA Librería Septiembre, Paraná 6301.
SAN FERNANDO Librería El Enebro, Constitución 1120
SAN ISIDRO La Boutique del libro, Chacabuco 459

Rosario (centro) 

Santa Fé 2092 (esquina Balcarce, Frente a la Facultad de Derecho)


PEDIR ENVÍO POR CORREO AL AUTOR:
carloscaposio@hotmail.com o en https://www.facebook.com/CaposioCarlos